Como primera aportación a este blog, que esperamos que sea un momento especial en vuestro rastreo de la red, no quería hacer una crítica, que ya os hartareis de ver como echo por tierra mitos y encumbro obras de dudosa condición cual Carlos Boyero (“Insoportable”). El propósito de esta entrada es justificar nuestro amor al cine, el sino de nuestro blog, las fuerzas imperiales que nos empujan a plasmar nuestros retorcidos conocimientos sobre el celuloide y compartirlos con ustedes.
Tumbarse en el sofá a ver una película o ir al cine no es una tarea que tomemos a la ligera en este blog, TODO es tan importante como el maletín que L. Jackson y Travolta custodian para Marcellus Wallace, sería nuestro anillo si fuésemos una comunidad. Desde la cabecera de la 20th Century Fox hasta la lista de las canciones en los créditos finales nos producen una sensación tan fuerte que se convierten en una droga a la que Darren Aronofsky no podría dar forma ni en mil Requiems.
Las luces apagadas, la pantalla reflejando el brillo en nuestros ojos, con acompañante o sin él, incluso el pesado del asiento de atrás comiendo pipas como si no hubiese un mañana (todos queremos ser Robert De Niro en el cine de “El cabo del miedo”, pero hay que echarle bemoles) son elementos que no es que nos gusten… NOS PONEN.
Tiempos difíciles, la crisis pega fuerte, hay que pelear la vida como hacía Ricardo Darín en “Luna de avellaneda”, hay que bailarle un tango al futuro como si fuésemos Al Pacino y nuestra realidad estuviera tan cegada como la suya. La vida es un viaje y nosotros somos pasajeros. Nos apearemos en alguna terminal como Tom Hanks, pero, si el camino se hace oscuro, ya vendrán superhéroes en forma de DVD o entradas de cine que harán que el PASAJERO vaya a su siguiente destino con una sonrisa en la cara.
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